viernes, 25 de agosto de 2017

Hace 20 años...

Cuando yo tenía menos de 20 años, era típico decir como algo lejano: "Hace 20 años que no te veo". Cuando cumplí 20 años, me impresionó decir: "Hace 20 años nací". Hoy digo: "Hace 20 años tuve a mi primera hija. Desde hace 20 años disfruto la mayor de las dichas: Ser madre". 

En mi vida tengo menos tiempo siendo madre que no siéndolo, pero no imagino la vida no siendo madre. Es el mejor regalo que me ha dado la vida, y me lo dio DOBLE. Lo máximo.

Siempre tuve claro que yo iba a ser madre. Si por alguna razón, D-os no me permitía concebir a mis propios hijos, yo estaba segura que adoptaría. Si tampoco conseguía casarme dentro de la edad productiva para tener hijos, estaba segura que haría lo que vi en una novela brasilera de los 90: Producción independiente. Pero D-os me concedió ambas   fortunas: Me casé y tuve a mis hijas de la manera convencional y más deseada.

Brendita fue muy deseada. Apenas dejamos de cuidarnos, quedé embarazada, gracias a D-os. Supuestamente, hicimos los intentos de que sea un varoncito. Se iba a llamar Gabriel.

Soñé que tenía un hijo varón mayor y una hembrita menor. El varón tenía el cabello ondulado. En esto no me equivoqué. Me hacían todas las supuestas pruebas, la de la cadena, la del lápiz, y todas decían que era varón. Los que, supuestamente, sabían de barrigas, decían que era una barriga de varón.

El doctor que me asistió en el embarazo confiaba más en mi "instinto" que en los exámenes. Cada mes me preguntaba qué pensaba yo que era mi bebé. Y yo respondía con toda la seguridad del mundo: Niño. La primera vez que me lo preguntó, aun muy al principio del embarazo, el doctor dijo: 80% niño por tu instinto, 20% niña por mis exámenes. En la medida que pasaban los meses, el porcentaje de niña iba subiendo, y el de niño iba disminuyendo. Fue en el séptimo mes que me dijo: "Ya no hay forma de sostener la idea de que tu bebé sea varón. Es 100% niña". Néstor y yo nos quedamos sorprendidos. Pero yo igual estaba feliz con la idea de tener una bebita. Al día siguiente le compré su primer vestidito. Hasta esa fecha solo le habíamos comprado ropa unisex y un trajecito de varón.

Los adornos del cuarto, la cuna, las sábanas fueron compradas unisex: blanco y azul muy claro. El azul nos gusta al papá y a mi, es uno de mis colores preferidos. El toque femenino lo hice en el color de las paredes: la parte inferior azul, y la superior rosado. Obviamente, la parte azul era más grande que la rosada. No me gusta el color rosado... Y creo que Brenda heredó este gusto.

Hasta el día antes de nacer Brenda, yo tenía claro lo siguiente:
- Si la bebé lloraba "sin razón", pues la iba a dejar llorando, porque seguro me estaba manipulando.
- La bebé iba a una guardería, y yo a trabajar. Yo amaba mi trabajo, y no me veía de ama de casa jamás.

Al día siguiente de haber nacido mi Brendita, mis ideas eran las siguientes:
- Un bebé no puede manipular tan chiquito. Seguro necesita algo, así sea un abrazo. Nunca la dejé llorando. No me arrepiento de haber cambiado la idea. 
- Para ese momento le descubrí un defecto al papá de mis hijas, que no me había percatado antes: No era millonario y no me podía mantener. Yo deseaba quedarme con mi hija todo el tiempo. El trabajo bajó a última prioridad. Por eso, cuando nació Sarita, busqué la forma de estar con ellas en esos primeros años. Tampoco me arrepiento de esta decisión. Brenda sí tuvo que ir a Guardería todo el día, pasaba más tiempo en mi trabajo que en la casa. Pero a sus 2 años de edad, estuve con ella y con Sarah gran parte del día, gracias a D-os y gracias a Néstor, por supuesto.

En fin, hace 20 años comenzó esta aventura. No hay manuales para ser madre. Por eso toca ir creciendo junto a los hijos. Seguro nos equivocamos muchas veces, pero siempre actuamos con la mejor de las intenciones, y buscando que en el futuro sean personas de bien, integradas activa y positivamente a la sociedad, nada fácil, tampoco, de llevar.

Sé que siempre digo lo mismo, pero es que cada vez lo siento más, cada año que pasa lo confirmo: Hija bella, me siento muy orgullosa de cómo eres, de todo lo que has logrado, de la persona en la que te estás convirtiendo. Adoro verte, escucharte, saber de ti. Eres, junto a tu hermana, mi mejor película, mi mejor obra de teatro, mi mejor libro. 

Te amo con locura y deseo que tengas una vida larga, llena de alegrías, de amor, de amigos, de salud, de prosperidad, de aventuras deliciosas, y que yo las disfrute también, lo más posible. Ustedes son mi alegría.

¡Te amo infinito!

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