viernes, 17 de abril de 2020

Parte 2: Y al final, también yo migré


Como les dije, vamos a ver ahora cómo fue mi migración.

Antes quiero comentar que hoy 17-4 estoy cumpliendo un año en España, y solo tengo que dar mucho agradecimiento. Agradecimiento a España, porque desde el día 1 me sentí como en mi casa. Gracias a D-os porque me ha brindado muchas oportunidades y este camino ha sido “El camino”. Gracias a muchas, pero muchas personas, que iré nombrando en el relato, porque hicieron mi camino más fácil.

Al regresar a Venezuela, el 5 de marzo del 2019, yo ya tenía mi plan: Regreso a España en Septiembre. Tiempo para recuperar mis ahorros y ganar un poco más, para irme con una base económica, que me permita pasar unos meses buscando trabajo.

Pero cuando llegué a Venezuela justo comenzaron los apagones. Días en casa sin luz, sin teléfono, sin internet; y sin saber cuándo volvía la electricidad. Mi primera jornada sin luz no la pasé tan mal, porque tuve en casa a mis queridísimos amigos, Jesús y Oliver, que estaban por volver a Holanda, pero su vuelo fue cancelado. Dentro de todo lo malo, creo que nos acompañamos y buscamos pasarla lo mejor posible. Después que se fueron, fue cuando empecé a sufrir de verdad esa tragedia. Yo tenía planes de hacer proyectos, continuar con mi plan B (convertido en Plan A), pero no se concretaban los proyectos, no arrancaban las clases y mi trabajo no producía suficiente. Eran más los gastos que los ingresos. Si mi objetivo era recuperar lo gastado en el viaje, no lo estaba logrando, al contrario, mis pocos ahorros estaban mermando de forma importante. La inflación en Venezuela se come cualquier ingreso medianamente bueno.

La sensación de cuando se iba la luz era como una frustración inmensa. Es hacerte esa pregunta: ¿Y ahora hasta cuándo sin luz? Normalmente cuando se va la luz y uno espera que vuelva en cualquier momento cercano. Pero ahora, era uff… ¿Cuántos días sin luz? Se convierte como en un trauma. Ya cada vez me pasa menos, pero luego de esa época, al irse la luz en cualquier lugar, yo entraba en ese estado de alerta, con una mezcla de frustración, impotencia y por supuesto tristeza.

Mientras más pasaban los apagones, más me preguntaba qué debía hacer. ¿Me voy o me quedo? ¿Espero a Septiembre o adelanto el viaje? Algo que me frenaba eran los perritos. Ya les había colocado el chip. Faltaba hacerles el examen de sangre. Los resultados se recibían 3 meses después, para saber si aprobaban su entrada a España.

El sábado, 30 de marzo , estaba yo merendando con una querida amiga, Beatriz, y le comentaba mis inquietudes. No sabía qué hacer, no sabía si iba a poder llevarme a los perritos… Y ella lo único que me dijo fue: “Simy, si necesitas a alguien que se quede con tus perritos, yo quiero ser esa persona. Tengo jardín y nosotros anhelamos tener perro en casa. Se nos murió el que teníamos y no nos hemos atrevido a buscar uno nuevo.” Eso fue un alivio para mí. Pero aún no sabía qué iba a hacer.

Esa misma noche llegué a casa como a las 7pm, y no había luz, algo ya habitual. De hecho, trataba de volver a casa antes de anochecer porque las calles estaban muy oscura por la falta de luz. Bajé a los perritos y luego me fui a dormir. No había más nada qué hacer.  Como a las 10:30 pm me desperté y la luz había vuelto. Me puse a trabajar. Tenía varias cosas que hacer para el lunes, cuando por fin empezaban las clases.

Estuve como hasta las 2am. Me volví a acostar, ya para descansar. Al despertar y salir a la sala, como a las 8am, busco la laptop, y no la veo en el lugar donde pensaba que la había dejado. Pienso: “Vamos, recuerda qué hiciste con la laptop. No pueden haberla robado, estamos en casa.” Busco en la cocina, en el cuarto, en el baño (aquí delato uno de mis secretos, me llevo la laptop hasta al baño). Nada. Mi alarma sale cuando veo que no está el cable de la laptop. Eso sí que nunca lo muevo, ni al baño. Y ya empiezo a creer que algo raro había pasado. Volteo a la ventana y estaba abierta... Uff … Mi costumbre es dejarla siempre cerrada, porque la brisa tumba los cuadros y los portarretratos, sobre todo por esa ventana, la que estaba abierta, pegada a la pared. Nunca la abro. Solo para regar las matas o limpiar algo de ese lado. Me empiezo a asustar. Luego me doy cuenta que el monedero que dejo en la mesa no estaba. Era definitivo. Habían entrado en casa mientras yo dormía. Ya no estaba asustada, estaba histérica.  Lo que se me ocurre es llamar a alguien del edificio. Llamo a dos vecinos de la junta de condominio, que además son de mi confianza. Vienen a casa, y su teoría es que habían entrado por la puerta con llave, porque el espacio entre las rejas de la ventana es muy estrecho y por ahí no cabe nadie. Los mismos vecinos me ayudan a cambiar la cerradura, y me pongo a pensar quién ha tenido la llave de mi casa. No hay nadie sospechoso. Hablo con mi hermano, y al escucharme  tan nerviosa, llama a mis primos Siempre les agradeceré que ambos vinieran a casa. No saben el apoyo que sentí. Yo estaba hecha un mar de nervios. Creo que nunca me había sentido así.

La teoría de mis primos era que habían entrado por la ventana. Un niño con un morral, donde cabe justo lo que se llevó: laptop, cable, monedero, y una carterita que utilizaba para las marchas. Y esta es la teoría que yo más creo. En casa había mucho más para robar. Televisores, otra laptop, botellas de whisky, en fin, mucho. Pero no todo sale por una ventana con rejas y en manos de un niño.

Mis primos y yo bajamos al patio del edificio, y pudimos ver que entrar a mis casa era factible. Un segundo piso, rejas rotas en el patio del edificio, rejas en cada ventanas de cada piso, por donde podía escalar cualquier persona, y adicionalmente, las rejas de mis ventanas eran las que tenían el espacio menos estrecho. Mi primo y yo intentamos y nuestras cabezas pasaban por la ventana. Definitivamente, un niño con una mochila había entrado a mi casa.

Quienes me conocen saben que yo creo mucho en D-os. Cuando me preguntaba constantemente qué hacer, también le pedía a D-os que me ayudara, que me diera una señal. Siempre le pido igual. Pues, yo vi claramente la señal. Ya ni en casa estaba a salvo. Realmente no pasó nada tan grave. Fue solo “La señal” que necesitaba para tomar mi decisión.

Una vez sola en mi casa, decidí irme a España, e irme lo antes posible. En ese mismo momento compré mi pasaje de solo ida a España y llamé a mi amiga Chelo en Madrid, para que me ayudara a buscar dónde quedarme al llegar. Una habitación alquilada, mientras buscaba trabajo y otras opciones de vivienda. Y a partir de ahí, todo fue sucediendo de forma perfectamente engranada, para que mi migración fuera de la mejor manera. Todo me decía: “Este es el camino, sigue. Nada de echarte para atrás”. Compré pasaje para el 16-4. Me quedaban 2 semanas para organizar mi ida. Como dicen: meter tu vida en 2 o 3 maletas.

Mis amigas me decían que durmiera fuera de casa, pero no me atrevía a dejar mi casa sola. Pero no volví a dormir tranquila. Me despertaba con la sensación de tener a alguien en la habitación viéndome. La primera noche no pegué un ojo en toda la noche. Me daba terror estar en la sala de noche. Uno se da cuenta que está traumatizado, cuando volteas cada 10 minutos a ver la ventana, cuando en la mañana entras a la sala y lo primero que miras es la ventana. A los 2 días ya tenía reforzadas las rejas. Ya no cabía ni un bebé. Ya mi casa estaba segura, pero yo no me sentía segura.

El siguiente paso difícil fue cómo decirle a mi mamá que me iba. Solo quedaba yo en Venezuela de mis hermanos. Me tocó contarle lo que pasó, para que entendiera por qué debía irme. No iba a estar bien en Venezuela. Y en efecto, la siguiente noche que dormí bien, fue en Madrid, en casa de Tania. Quien me alquiló la habitación, por recomendación de Chelo.

Yo no me imaginé lo importante que era llegar a una casa de familia y amiga, hasta que lo viví. Yo no conocía a Tania, pero teníamos muchos amigos en común. Desde el día uno me sentí cómoda en su casa. No era la opción más económica. La zona es privilegiada, el edificio una belleza y la habitación comodísima. Pero yo estuve viendo otras opciones por internet, y el solo imaginarme en un cuarto sola, no me hacía sentir bien. Yo no estaba bien. Yo estaba llorosa, nerviosa. Me sentía como huyendo de algo. Y llegar a casa de Tania fue como llegar a casa de una amiga, una muy buena amiga.

En esas dos semanas recogí mi casa, vendí el carro, me metí en páginas de dar clases particulares, arreglé los papeles que me faltaban. Y lo más importante, le firmé a mi mamá un poder total. Algo muy importante. Yo no tenía planeado volver, por lo menos en año y medio, que era el tiempo que yo estimaba que podía aguantar sin trabajar, siempre y cuando recibiera la ayuda del Español Retornado. Para los papeles me ayudó mi amiga Susy, ella me fue diciendo todo lo que tenía que hacer antes de irme, y al llegar también me fue diciendo qué hacer y a dónde ir. Lo que no dio tiempo de hacer en esas dos semanas, lo hice en España, que era el comprobante de la Seguridad Social.

Empecé a regalar cosas a mis amigos, como regalo de despedida, aunque no muchos amigos supieron que me iba. Doné y regalé todo la ropa que no me podía llevar. Vacié todos los cuartos. Solo había una cosa que me preocupaba: dejar a mi mamá a cargo de la casa. Era un trabajo para ella ir siempre a estar pendiente de todo, y no quería complicarle la vida. Pero como todo fue sucediendo de manera perfecta, una de mis queridas amigas, Elizabeth, fue a verme para despedirse, y se le ocurrió la brillante idea de ofrecer en alquiler a una amiga en común el apartamento, a Joanna. Uff, yo conocía a Joanna y a su hija. Y sabía que eran las mejores y más confiables manos en la que podía dejar mi casa. Y así fue. Para mí fue mucha ilusión ofrecerle a Joanna mi casa. Era un Ganar-Ganar. Yo tenía mi casa en manos de gente buena y responsable, y Joanna tendría una casa para ella y su hija. Y sabía que para ella eso era muy importante. Me encantó ver la carita de emoción de Barbie cuando supo que tendría su propio cuarto y baño. Ya tenía ese tema resuelto.

Ahora faltaba meter mi vida en 3 maletas. Pues para eso también conté con mis dos queridísimas amigas, Dina y Sandra. No sé cómo hicieron, pero lo que para mí era imposible, ellas lo lograron. Yo tenía ya dentro de las maletas lo que me quería llevar, luego de una gran terapia de desprendimiento, pero las maletas no cerraban. Ellas se vinieron a casa una tarde, y acomodaron todo de tal forma, que las maletas cerraron y pesaban lo justo. Ni un gramo de más.

El 16 de abril del 2019 salí de Venezuela, y llegué a España el 17-4, hoy hace un año. Sé que dejé a mi mamá desconsolada. Mis amigas Sandra y Dina la apoyaron todo lo que pudieron. Pero la promesa a mi mamá fue que apenas yo tenga un apartamento y un ingreso, la llevaría a España.

Al llegar a España me recibieron mis hijas, qué emoción!!! El gran momento esperado, estar las 3 juntas otra vez.

Yo me vine con mis pocos ahorros, por lo que me tocaba evaluar bien cada gasto. Y empecé por ahorrar en la ida a casa de Tania yendo en tren, en lugar de taxi. La muerte. Una de las maletas se caía a cada rato. Le prometí a mis hijas que la botaría, pero no la he botado. Sirve de almacén.

 Al día siguiente di mi primera clase particular de matemáticas en Colmenar viejo. Yo ni idea que eso era fuera de Madrid. Pues llegué como 2 horas tarde,  con mucha vergüenza. Pero también debo agradecer a Cristina. Mi primera alumna y la más fiel. Pienso que la puedo llamar también amiga. Una persona encantadora. Luego tuve 2 alumnos más. Con los 3 alumnos se llenaba mi tiempo libre, porque eran lejos de donde vivía.

A la semana de llegar comencé una certificación en SAP Online, que la había contactado desde mi visita en Febrero. Esta certificación no terminó siendo tan buena idea. Acá perdí mucho dinero y tiempo. Éramos 8 en el curso y todos reprobamos el examen. Mientras que las otras academias salieron muy bien.

También me metí en un curso de Atención al cliente, que te garantizaban conseguir trabajo al terminar. Éramos muchos inmigrantes en el curso. Yo lo terminé y empecé a trabajar en Ventas telefónicas. Lo soporté 6 semanas. Ventas 0. Había pagado solo la mitad del curso, y la academia fue cerrada. Tenía muchas demandas. Pienso que fue otra mala decisión. Era una empresa que se aprovechaba de la necesidad de los inmigrantes, y no evaluaba bien tu perfil, para ver dónde estarías mejor.

En fin, al llegar a un país nuevo sí pienso que es buena idea tomar clases de algo, si tienes la disponibilidad económica, pero que sea un curso reconocido por universidades. No los que yo tomé que parecían buenos, eran los más económicos y no respaldados por instituciones reconocidas. Si no tienes recursos económicos suficiente y eres español, lo mejor es tomar los cursos que ofrece el gobierno. Son muy buenos y también puedes conseguir excelentes contactos.

Haber migrado en Abril tampoco fue la mejor fecha. Quedaban 2 meses para el verano y España cierra todo en Verano. Fui a varias entrevistas de mi carrera y todas me decían lo mismo, vemos a la vuelta del verano. También apliqué a otros trabajos, como recepcionista, asistente ejecutiva, atención al cliente, etc… Y de ninguna me llamaron.

Decidí asumir lo que significaba el verano. Yo contaba con la ayuda del Español Retornado y de mi trabajo que hacía aun con Venezuela. Por lo que podía subsistir, sin holguras, pero sin problemas. Adicionalmente, estaba empezando una relación con un español, Ángel, y eso me ayudó a pasar con menos ansiedad la época de búsqueda de trabajo. La verdad que tengo mucho que agradecer a Ángel. Fue un apoyo importantísimo e incondicional. En su momento, asumió mi familia como suya, mis fiestas religiosas como suyas, mis problemas como suyos.

Mientras esto pasaba, tuve la gran suerte que una amiga de la universidad me llamara para ofrecerme su apartamento de Madrid en alquiler. Era tremenda oportunidad. Pero yo no le llegaba al precio. Elena, mi amiga de la universidad, me dio la opción de sub alquilar habitaciones, y fue lo que hice, con una compañera de la universidad de mi hija y su pareja. Solucionado. Al mes y medio de llegar, ya estaba en un apartamento, en una zona espectacular, con mercados y cafés cerca.  Súper bien ubicado. Ya tenía un lugar donde recibir a mi mamá, a mis hijas, y a quién viniese a visitarnos.

Así como hay cosas buenas hay cosas malas o no tan buenas. Todos los días agradecía por las buenas, y de las no tan buenas buscaba aprender. Lo de alquilar la habitación es muy delicado. Y hay protocolos claves a seguir. Mi aprendizaje en esta experiencia es alquilar solo a personas que se conozcan muy bien o con muy buenas referencias. Hacer un contrato escrito con las pautas muy claras. Es alquilar una habitación, no compartir casa. La casa la alquilaba yo, y subalquilé la habitación.

A partir de Septiembre comenzaron las entrevistas de nuevo. Asistí a varias. En 3 ofertas llegué hasta la última entrevista antes de decidir a quién contratar, y al final no quedaba. En una me fueron sinceros, y la razón del descarte fue la edad. Competía con personas más jóvenes.

Lo bueno de esa época fue que mi hija Sarah se vino a vivir conmigo, mi hermano y  mi mamá vinieron a visitarme.

A principio de Octubre apliqué para dictar un curso de Visual Basis en Excel (VBA). Yo no había trabajado con Visual, pero yo sé programar, y sé mucho Excel. Estudié muchísimo. Dicté el curso a empleados  de una empresa petrolera importante y me fue bien. Pero lo mejor de esta experiencia es que fue el trampolín para mi futuro empleo.

Finalmente, mi primer trabajo, y en el que aún estoy, gracias a D-os, lo conseguí a mediados de Octubre. En el aspecto laboral también cometí muchos errores. Quise aplicar a cualquier empleo. Pero en un país como España, donde la cantidad de inmigrantes es enorme, mucha gente buscando trabajo, la competencia es altísima. Siempre habrá personas más jóvenes que puedan hacer el trabajo al que yo aplicaba. Por esa razón, acá lo que yo recomiendo es buscar en qué cosa uno es bueno, muy bueno, el mejor. Hacer el CV en función de esa fortaleza y buscar trabajos en esa área. Al final, eso fue lo que hice, una vez que vi un trabajo posible. Me llamaron y en 3 días ya estaba trabajando en mi empleo actual.  Automatizando procesos de una sala de monitorización.  Gracias al curso que dicté, califiqué como la que más tenía experiencia trabajando con VBA y Excel, y fui seleccionada. 

Para ya terminar la historia, solo me queda agradecer y agradecer. Actualmente estamos viviendo juntas otra vez mis hijas y yo, pero la norma es que somos roomies. No soy la mamá. Yo me siento feliz de tener esta nueva oportunidad, y como dije lo agradezco infinitamente.

(Corregido 18-6-2021) 

miércoles, 15 de abril de 2020

Madre huérfana… Mis hijas migraron


Tiempo que no escribo, pero en cuarentena hay tiempo de hacerlo y muchas ganas de retomarlo, también.

Al final Sí Migramos… Era lo que menos esperaba hacer pocos años atrás.
Quiero contarles como fue el proceso de la familia y el mío en particular, por si estás pasando por algo similar y puedas aprender de mis errores y mis aciertos.
En esta primera entrega me enfoco en la migración de mis hijas. Luego cuento sobre mi migración. Porque ya saben que también migré, persiguiendo a mis hijas. Estoy cumpliendo un año en España esta semana.
No es una decisión para nada fácil. Y en el caso de mi migración, casi que no tomé yo la decisión. Me vi empujada a hacerlo, en un momento que me preguntaba todos los días: ¿Me voy o me quedo? Con los hijos la decisión tampoco es fácil, pero cuando ves que ellos sí están decididos a migrar, ya la decisión no es tuya, es de ellos, y lo que yo hice fue apoyarlas en todo lo que pude. Gracias a D-os, también su papá las pudo apoyar, y eso les facilitó un poco las cosas, o mejor dicho: se les hizo menos difícil. Porque fácil nunca fue.

En el caso de Sarah, mi hija menor, desde pequeña tenía claro que ella no estudiaría ni viviría en Venezuela, luego de graduarse del colegio. Yo creo que en su caso era porque vivió como la vida fue cambiando en el transcurrir de los años. Vio como las situaciones cambiaban de cómo las vivía Brenda y luego cómo le tocaba a ella vivirlas. Por ejemplo: cuando Brenda hizo su Bat Mitzvah, le pudimos hacer una fiesta muy bella, con amigos, una pequeña orquesta, un buffet delicioso. Cuando Sarah hizo su Bat Mitzvah, la llevamos a comer a Fridays con 2 amigas. Cuando Brenda empezó a salir con los amigos, no hubo mayor problema. Cuando le llegó esa edad a Sarah, nos daba miedo, inclusive a ella misma, salir. Por lo que su vida social se limitaba a ir a casa de amigos y pasar la noche ahí, para buscarla en la mañana.

Yo me imagino que en la cabecita de Sarah estaban todas las películas y series que veía y anhelaba esa adolescencia, no la que se le podía ofrecer en Venezuela. Ella tuvo la fortuna de poder ver cómo era la vida en otros países, y siempre comparaba. Y se le sentía en sus comentarios un anhelo de lo que veía afuera y un rechazo de lo que vivía en Venezuela.

El caso de Brenda era distinto: ella disfrutó mucho más que Sarah a Venezuela, y desarrolló un sentimiento de patriotismo distinto. Brenda quería ser protagonista de la recuperación del país. El migrar era un tema que Brenda no hablaba. Si en algún momento se lo planteaba, ella estaba negada a irse, aunque tuviera que quedarse sola en Venezuela.

Pero ahí ves como el país mismo te decepciona y te hace cambiar ese sentimiento. No dejas de querer al país, solo ves que él ya no te responde como esperas. Y como pasa con las parejas: si luchas y luchas, pero la otra parte no corresponde, toca separarse. No quieres sufrir más.

Sarah también ama a Venezuela, pero ella ya veía como un caso perdido la relación con Venezuela, y se le hacía más fácil verse lejos de ella.

Para ambas era dejar su comodidad, dejar sus amigos, y enfrentar toda una vida nueva: nuevas costumbres, nuevos estilos. Pero así mismo, era disfrutar por primera vez una vida NORMAL.

El caso de Brenda fue el más repentino, el menos esperado. Yo no estaba preparada para su migración. Todo empezó en el 2017, cuando tuvimos 4 meses de protestas en Venezuela. Brenda se entregó a las protestas. Mucha gente me preguntaba cómo yo la dejaba ir. Y mi respuesta era: "Yo quiero ir. Yo quiero luchar por Venezuela. ¿Cómo le voy a decir a mi hija, haz lo que yo digo, más no lo que yo hago?". Yo he tratado siempre de colocarme en su edad, y pensar: qué querría yo hacer a esa edad y qué me gustaría que mi mamá me dijera. Sabiendo siempre que hablamos de una joven muy responsable.

Ella creía fielmente que el país necesitaba de ella y de todos los jóvenes para salir adelante. Dejó el trabajo para poder salir a la calle y colaborar en lo que hiciera falta. Estuvo de acuerdo en sacrificar un semestre de estudios por el país. Pero a la vez, se enfrentó con un pueblo que no apoyaba sus ideales. Vio como jóvenes cercanos a ella morían, y eso la ponía más furiosa, y con más ganas de seguir protestando. Ella podía ser uno de esos jóvenes, y con la pasión que la caracteriza, vivió esos momentos con rabia, dolor. Pero esos sentimientos creo que eran su combustible para seguir luchando. Pero su gran decepción vino, cuando al cabo de 4 meses de sacrificios y luchas, el país volvió a la “normalidad”, y nada cambió. Solo casi 200 jóvenes menos, casi 200 familias lamentando su pérdida. Pero seguíamos con el mismo gobierno autoritario, las mismas o peores condiciones de vida, la crisis económica cada vez peor, por lo que la seguridad era también aun peor. Todo su sacrificio lo vio desvanecido, y por supuesto, no quiso seguir luchando.

En el caso de Sarah, lo vivió un poco más alejada, porque yo no la dejaba ir a las protestas, solo iba conmigo, y cuando era algo supuestamente “tranquilo”. Lo más fuerte que ella vivió fueron las protestas en la calle donde  vivíamos. Ahí tuvo bombas lacrimógenas, huidas de la Guardia, etc. Y todo esto fue para ella, más bien, una confirmación de su idea, Venezuela no era el país donde ella quería vivir su juventud. Ella no tenía claro si volvería para su adultez. Pero por lo pronto, quería irse a otro país. Sarah es mucho más práctica. Es algo que admiro de Sarah. Ella no se enfrasca en ideas o situaciones que no tienen solución. Tiene la capacidad de imaginarse cómo se va a desarrollar el tema, y puede decidir, previamente, si tiene sentido o no continuar con esa lucha.

En ese verano, Brenda y Sarah tuvieron la oportunidad de irse a Miami, a estar con su hermana mayor, por el tiempo que fuera necesario. Pensábamos que quizá las protestas podían continuar, que habría más muertos, y que las clases no iban a comenzar a tiempo. Pero nada de eso pasó. Como dije antes, el país volvió a su “normalidad” surrealista.
Mis dos muchachitas, a los 17 años de Sarah y 19 de Brenda, se fueron a buscarse la vida a USA. La hermana de ellas, Ana Sofía, las ayudó al máximo. Consiguieron empleo gracias a ella, y un lugar dónde vivir, también con el apoyo total de Anita. Pero se puede decir que mis hijas se mantuvieron solas por esos meses.

En el momento que les tocaba regresar, al cabo de 2 meses, el papá de mis hijas asomó la idea de dejarlas afuera definitivamente. Yo me negué rotundamente. A Sarah le quedaba solo un año de colegio. Cualquier otra opción fuera del país, le implicaba por lo menos 2 años más de colegio. En el caso de Brenda, ya llevaba la mitad de su carrera. Le faltaba solo 2 años. Y culminar su carrera le daría herramientas para buscar trabajo y estudiar su postgrado, en cualquier lugar del mundo.

Pero al final, lo que pasó fue que Sarah volvió para terminar su colegio, pero Brenda decidió que no volvía a la Universidad. Inició su búsqueda de a dónde migrar. Recuerdo nuestras conversaciones. Ella me pedía que aprobara su decisión. Yo lo que le decía era que no estaba de acuerdo, pero la apoyaba como la que más, en lo que sea que ella decidiera. Ella lloraba. Le daba miedo la decisión que estaba tomando. Y necesitaba que yo le dijera que estaba de acuerdo, y lo que se me ocurrió decirle fue que yo a su edad quise tomar varias decisiones. Mi mamá no estaba de acuerdo y no pude hacer cosas que quería hacer a su edad. Yo considero que mi mamá se equivocó en alguna y en otras no, por lo que le dije a Brenda que yo también me podía estar equivocando. Que no me pida que opine igual que ella. Que le iba a decir solo una vez lo que pensaba, y luego no se hablaba más del asunto. Nunca le diré: “Te lo dije”, en caso de arrepentimiento. Lo que sea que decida, pues hacia allá iremos las 2. Yo pensaba que debía seguir en Venezuela, terminar su carrera y luego irse. Ya habíamos hablado Sarah y yo, que ella cursaría un año de universidad en Venezuela, para irnos las 3 juntas luego. Además, estábamos en el proceso de obtener la nacionalidad españoles, y sería más fácil migrar siendo español.

Brenda me decía algo que me hizo entender su desespero por irse: “Ma, mírate cómo estás. No estás preocupada por mi seguridad. Yo estoy lejos. Trabajo, salgo y tú no tiene el miedo que tienes cuando yo estoy en Venezuela. Y yo con mi trabajo, mal que bien, puedo vivir. Me compro mi comida, salgo de vez en cuando, tengo amigos. Tengo una vida que no veo que pueda tener en Venezuela.”. Acá es cuando ella se dio cuenta que la vida podía ser distinta (lo que ya había visualizado Sarah) y que ella la quería vivir. No le importaba dejar sus comodidades. La casa donde estaba todo listo, comida, cama, etc. Ahí fue cuando ella empezó a ver su vida primero que su país. Y eso no está mal. Llega un momento donde a todos nos pasa eso. A unos antes que a otros. Pero nos pasa. De igual forma me pasó a mí. Como me dijo una vez un buen amigo: "Simy, si ya no tienes esperanza en el país, vas a tener que irte". Y así le pasó a Brenda. Ya no tenía esperanza. Ahora le tocaba luchar por su vida, que es lo que le quedaba. Suena dramático, pero es por lo que uno pasa, cuando decide migrar.  La vida en Venezuela no es vida. Uno está es sobreviviendo cada día. No puedes pensar en un futuro, en un plan. Es vivir cada día a la vez. Pero lo soportas porque tienes la esperanza que eso va a cambiar, y tú vas a ser parte de los constructores del nuevo país. Pero cuando ya pierdes esa esperanza, la vida en Venezuela, no tiene sentido. Sufres cada día. Sufres con lo que ves a tu alrededor. O sales corriendo o entras en depresión. Por eso, yo siempre he entendido ambas posiciones. Cuando estaba en Venezuela, entendía al que se fue. Valiente y atrevido. Ahora que estoy fuera, admiro a los que siguen en Venezuela: valientes y atrevidos también. Ninguna posición es fácil.

Brenda volvió a Venezuela a finales de Noviembre del mismo 2017. Y para el 15 de Enero del 2018 ella se estaba yendo con visa, inscripción en universidad y todo listo, para hacer un semestre de intercambio en Madrid, en la Universidad Carlos III, una de las mejores a nivel mundial en su carrera, Economía.

En Madrid la recibieron mi hermano Salvador y mi prima Alegría. Siempre agradeceré que hayan hecho lo que yo no pude hacer, acompañarla en esos primeros días.

Al llegar a España, a Brenda le tocó firmar en notaría el documento para obtener la nacionalidad española, por lo que faltaba 10 meses o un año, para ser española. Ya Sarah y yo teníamos la nacionalidad. A las 2 semanas de llegar Brenda, ya estaba viviendo en su nueva residencia, cerquita de la universidad, asistiendo regularmente a clases y buscando las alternativas para quedarse definitivamente. Otra vez, no fue fácil. Las puertas no se le abrieron de inmediato, al final tuvo que estudiar para la selectividad. Era como cursar un semestre de la universidad y el último año del colegio a la vez. Pero gracias a la disciplina de Brenda logró terminar con éxito su semestre y su examen de selectividad. Obtuvo excelentes notas en el semestre y aprobó la selectividad tan bien, que quedó en su misma universidad y en su carrera. Se dice fácil, pero no lo fue para ella. Muchas veces lloraba y se cuestionaba si había decidido lo correcto. Muchas veces estuve tentada a dejar todo e irme a apoyarla, a estar con ella, a abrazarla y decirle que todo iba a estar bien, como hacía en casa, cuando algo le salía mal, pero nos tocaba a ambas seguir adelante sin ese abrazo. Solo palabras (escritas y habladas) de apoyo y aliento. Obviamente mi rendimiento en el trabajo se vio muy afectado. Y empecé a ver la opción de yo también migrar, luego de irse Sarah. Y lo expresé así en el trabajo. Ya no tenía la motivación de hacer vida en Venezuela. Pero no tenía más alternativa en ese momento.

Brenda volvió a Venezuela a finales de Junio del 2018, con un semestre aprobado y el ingreso a la universidad deseada aprobado también. Vino a renovar la visa, al grado de Sarah, y desde mi punto de vista, a despedirse definitivamente de su país, amigos y familia. Mi muchachita salía de casa definitivamente a sus 21 años.

En esos 2 meses y medio que estuvo en Venezuela, y que además eran también los últimos meses de Sarah en Venezuela, busqué que la pasáramos lo mejor posible juntas. Como dije una vez, fui más abuela que madre. Bajé al mínimo mi nivel de exigencia en casa. Yo solo las quería disfrutar. Para mi cumple, fuimos una semana a Los Roques. Las tuve para mi sola. Nada de amigos, redes. Las playas, los paisajes maravillosos, ellas y yo. De las mejores vacaciones que hemos tenido juntas, aunque nos achicharramos un poco. Quizá 4 días habría sido suficiente, pero igual estuvo riquísimo.

Luego de varios sustos y malos ratos en el consulado de España, y después de una “ayudaita” de la abuela Esther, Brenda logró obtener su nueva visa de estudiante e irse a España a principio de Septiembre, justo para comenzar su primer semestre formal en la Universidad Carlos III.

Hablemos ahora sobre la Migración de Sarah. Tampoco fue fácil, pero sí muy diferente. Sarah estaba entre quedarse en Venezuela un año más, mientras hacía la selectividad, o irse en enero para cursar la selectividad en España. Yo le recomendé que se fuera lo antes posible. Que no iba a hacer nada en Venezuela, si no iba a estudiar. Que mejor se iba pronto, buscara trabajo (ya tenía 18 años) y ahorrara algo, mientas llegaba la fecha de comenzar las clases de selectividad. Y fue lo que hizo. Sarah se fue a mediados de Octubre, mes y medio después de Brenda. Para mí fue el comienzo de una nueva etapa, lo que llamamos en Venezuela: los padres huérfanos. Una cosa es despedir de casa a tu hijo, cuando ya tiene una carrera, y sabe salir adelante por sus propios medios, porque lo has visto, como quizá nos pasó con toda mi generación. Pero otra muy distinta es despedirla para que vaya a probar suerte. Brenda tenía un plan, Sarah iba a ver qué lograba hacer. Su plan era para el próximo año. Pero ella lo hizo muy bien. Mi pioja de 18 años, se comportó como toda una mujer valiente y responsable. Consiguió trabajo y se hizo independiente. Ella se ganaba la vida trabajando en una pastelería, pero trabajando duro. Y a la vez, se daba sus gustos. Siempre he dicho que Sarah es hija de una princesa y su exigencia en el nivel de vida es alto. Pero creo que ella estaba satisfecha con lo que estaba viviendo. Un trabajo muy duro, no muy bien tratado, pero su objetivo lo tenía tan claro, que pa’lante es pa’llá. Así es ella.

Mientras tanto yo me quedé en Venezuela, con todo el tiempo del mundo libre, pero en un país donde no hay mucho qué hacer. Logré consolidar mejor el plan B de trabajo, el que, sin saber, iba a ser mi base para cuando yo migrara. En ese momento no lo tenía muy claro, pero tenía el tiempo y la motivación, para que ese plan B fuera una buena opción. Al punto, que decidí renunciar al trabajo en Diciembre del 2018, porque tenía planificado ir a Madrid mes y medio, a ver a mis hijas, apoyarlas en lo que necesitaran, darles lo que no pude cuando se fueron, y no quería estar atada a un trabajo. A la vez, el viaje también iba a ser una experiencia de qué tal es vivir en Madrid para mí. Otro objetivo del viaje era ver a mi tía Raquel, que se había ido el año anterior. Quería que mi mamá pasara tiempo con ella. Por eso alquilé un apartamento muy pequeño, para mi mamá y para mí, en el centro de Madrid, de 30 mt2. Un cuarto, un baño, una cocina integrada a la sala, con un sofá cama, que casi nunca lo pasó vacío, gracias a D-os, ya que esa era mi idea. Yo quería tener un lugar, sencillo, lo más económico posible, pero céntrico para que a mis hijas les fuera fácil venir, para que pueda ir con mi mamá a dónde sea, y que tenga una vida alrededor, para que mi tía pueda bajar a tomarse un café. Logré todo eso y más. Nuestra casita siempre estuvo full, si no era Brenda, era Sarah, o eran ambas, o era mi tía Raquel, y para más sorpresa, también pasaron por ahí mi hermano Salvador y mi queridísima amiga Nelly. Y adicionalmente, mi mamá logró ir a Israel a ver a mi hermano Samy y toda su familia. Como dice mi mamá: en mes y medio estuvo con sus 4 hijos. Nelly es una hija más para mi mamá. Y yo logré estar en momentos claves de mis hijas.

Ayudé a Sarah a mudarse. Acá pasó algo muy cómico. Ella estaba trabajando. Ya habíamos llevado a casa alguna cosas, pero aún quedaba un perolero por traer. Sarah contrató un Uber y yo fui hasta su casa. Bajamos las cosas,  y me fui yo con el Uber a mi casa, mientras Sarah iba a su trabajo. El chofer del Uber resultó ser una extranjero recién llegado a Madrid y que apenas hablaba español. No conocía muy bien la ciudad, para no decir nada bien. En esos mismos días había protestas de los taxis contra los Uber. Recuerden que yo estaba montada en un Uber. Pues el señor se ha equivocado y se ha metido en una calle donde no había paso y justo pasaba por ahí una de las protestas de los taxistas. La comidilla perfecta. El Uber quedó atrapado en una calle sin salida y rodeado de protestantes. Miles de fotos, golpes al carro, insultos, y yo ahí temblando. Sin poderme bajar, porque tenía los 17 bultos de la mudanza de Sarah. El señor necesitaba retroceder. La vía que había tomada terminaba en un boulevard. No había paso. Pero rodeados como estábamos, no podía moverse. El señor, la verdad, respondió muy bien. No dejaba de sonreír. Nunca se alteró. Y salimos de ahí, por fin. Yo creo que no fueron más de 5 minutos en el medio de la protesta, pero para mí fue como una hora interminable.

También estuve con Sarah cuando perdió el trabajo. Ella me lo venía diciendo. El jefe era una persona muy maltratadora y Sarah no se aguanta nada. Ella te va a decir lo que siente, porque ella tiene claro que se merece el respeto de la gente. Ella tiene claro su valor como persona, como mujer. Y no se va a dejar pisotear. Aguantó porque ese jefe no estaba muy presente, pero cuando empezó a estar más presente, ella me iba diciendo: "Ma, dudo que aguante mucho más en el trabajo. No soporto cómo nos trata el dueño del negocio. Me van a terminar botando".

Una noche, a las 12 o 1 de la mañana, me llama y me dice: ¿Ma, puedo ir para tu casa? Uff, claro. Vente que estoy acá esperando. No tienen idea de todas las cosas que pasaron por mi cabeza. Tantas y tan terribles, que cuando me dijo que había perdido el trabajo, para mí, en silencio, fue un alivio. “¿Ah, es eso?” Jajaja, obviamente no le dije eso a ella. Pero pude estar en ese momento, que para ella fue muy duro. Yo agradecí lo que pasó y eso sí se lo dije. Ella trabajaba más de 40 horas semanales, un trabajo fortísimo. Y no tenía chance de estudiar para la selectividad. Y algo que ella tenía claro era que no quería pasar su vida en trabajos así, por lo que la prioridad era prepararse para estudiar en la Universidad. Sacamos cuentas, y con lo que había ahorrado y un poco de ayuda de su papá , podía estar sin trabajar hasta que presentase sus exámenes.

En el caso de Brenda, la pude acompañar a su primer día de trabajo. La pude apoyar y consolar con su miedo por esa nueva experiencia. A principios de Enero Brenda había obtenido su nacionalidad española. Ya todo empezaba a hacerse un poco más fácil para ella. Su primer trabajo fue de vendedora en una conocida tienda de ropa. Le tocaba lidiar con sus estudios (universidad exigente y Brenda exigente consigo misma)  y con un trabajo que no le encantaba, pero lo necesitaba para poder ser independiente, y ganarse su vida. Nada fácil. Una cosa es trabajar de joven, para pagarte tus gustos y otra es trabajar mientras estudias, para ganarte la vida. Sé que a muchos le toca eso. Pero para mis hijas era un nuevo reto.

A los pocos días yo me devolví a Venezuela, pero dejando dentro de mí, las ganas de volver y la convicción de que debía volver. Mi vida era en España, cerca de mis hijas. Yo esperaba que mis hijas estuvieran tan ocupadas que no pudiéramos casi vernos, pero fue todo lo contrario. Ambas buscaron vernos lo más posible. Con ambas compartí mucho. Hacíamos cenas en casa, fuimos de paseo. Muchas noches el plan esperado era llevarle la comida al trabajo a Sarah, o esperar que Brenda viniese para hacerle su comida preferida. Yo lo tenía claro. Yo debía volver, pero a quedarme. La pregunta es ¿cuándo y cómo?

En ese momento de mi vuelta empezó la etapa más dura de Sarah. Buscó otro trabajo, pero no le fue bien. Tuvo que dejarlo. Se había acostumbrado a ser independiente económicamente. Y entró en una época de tristeza. Iba a ser su cumpleaños, cosa que le encanta celebrar, pero no se sentía contenta.
En el otro capítulo va la continuación de la historia, que es justo mi migración a España.