miércoles, 8 de junio de 2016

El abuelo David... Un ser muy especial...

En ocasión del próximo día del padre, quiero dedicar esta entrada a mi papá, al abuelo David. No solo por ser mi querido y muy extrañado padre, si no porque también el próximo 18-6 cumple 13 años de haberse ido físicamente, pero siempre está en nuestra memoria, en nuestros cuentos, en nuestros recuerdos, en nuestras oraciones...

En relación a mis hijas,  puedo contar que fue un abuelo muy querido, muy juguetón y tenía una relación muy especial con ambas, pero sobretodo con Sarita. Ella, con 2 añitos, y el abuelo podían mantener una conversación muy animada por más de una hora, lo que es muuucho tiempo para una niña de 2 años. Siempre me preguntaba de qué hablaban, pero eso quedó entre ellos. Mi papá nunca me contó y Sarah no se acuerda...Así que nunca sabremos de qué hablaba ese par... Pero hablaban y hablaban...

Mi relación con mi papá tuvo sus bajas y sus altas, como toda relación, pero el mejor año en nuestra relación fue su último año de vida. Pasó gran parte de ese año con nosotros. Vivía en nuestra casa, por la enfermedad que tenía.

Sarita, muy consciente y muy madura, como suele ser ella con los asuntos de gran importancia, le cedió a su abuelo su cuarto. 

A ella le tocó dejar la cuna muy pronto, porque tuvo que ir a compartir el cuarto con su hermana, Brenda, y era necesariamente en una de las camas de la tri-litera. 

Ese año con mi papá fue de mucha espiritualidad, mucha cercanía y muchas noches sin dormir, para acompañarlo cuando él no podía dormir por los dolores que le ocasionaba el cáncer tan avanzado que ya tenía.

Recuerdo que antes de saber que él tenía cáncer, lo veía muy mal físicamente. Yo le pedía a diario que fuéramos al médico. Estaba muy delgado, muy demacrado y siempre tenía un dolor como en el pecho. Él siempre le huyó a los médicos, y la única forma que tuve de convencerlo para ir fue que si no se hacía ver por el médico, no lo iba a dejar ver más a sus nietas porque se veía cada vez más enfermo... Fue duro, pero resultó y decidió ir inmediatamente a verse. 

Pensábamos que su problema era el de siempre, el corazón, pero resultó que esta vez era un cáncer ya muy avanzado... gracias al mismo temor que tenía mi papá de ir a los médicos. Un cáncer de próstata ya regado por todo el cuerpo, porque no se trató a tiempo.

Los médicos le dieron pocos meses de vida y duró un año. Yo creo que una de sus razones para vivir era sus nietas. Él jugaba con ellas a diario, como seguramente hizo con cada uno de nosotros, sus 4 hijos.

Casi podría decir que su momento de fallecer llegó porque él lo decidió. Él mismo preparó su despedida, sin nosotros darnos cuenta. Nos hizo organizar una reunión con toda la familia para festejar el cumpleaños de Vanessa (mi hermanita), y ahí habló de cada uno de nosotros. No nos dimos cuenta, pero se estaba despidiendo. 

Ese último año de vida, hizo varias cosas en cada una de nuestras familias, que luego entendí que eran temas que quería dejar resueltos antes de irse.

Siempre admiré cómo mi papá asumía y enfrentaba la vida. Sobre esto hay mucho que contar, pero una de las cosas que más me marcó fue cuando fuimos a ver al Dr. De Jongh, el oncólogo. Lo poco que pude apreciar del Dr. De Jongh, aparte de su profesionalismo, fue su seriedad y su total, pero entendible, intención de no involucrarse sentimentalmente con sus pacientes. A él le llegaban puros pacientes en fase terminal e involucrarse sería muy dañino para él. Pero mi papá logró despertar en él ese sentimiento que va más allá de lo profesional. 

Cuando entramos a su consulta, Samy, mi papá y yo, el Dr. nos empezó a explicar, muy serio, el procedimiento y todo lo que se debe hacer. Después de estar un buen rato hablando, mi papá lo interrumpe y le pregunta: "Dr., usted nunca se ríe?". Todos nos quedamos perplejos. Quién iba a tener ganas de reírse cuando te están explicando todo sobre la quimioterapia, como última alternativa, sin mucha esperanza.. Solo para buscar calmar en algo el dolor. Pero mi papá siempre estaba pensando en cómo hacer reír a los que lo rodeaban, conocidos o desconocidos. Esa noche el Dr. De Jongh me llamó a mi casa para disculparse, por su actitud en la consulta, la cual yo no la vi nunca mal, pero a él le llegó el mensaje de mi papá: Nunca le dedica una sonrisa a sus pacientes y familiares... Y una sonrisa nunca cae mal y nunca está de más...

Un jueves 12-6, antes de amanecer, me despierta un ruido fuerte en el baño. Mi papá se había caído al tratar de pararse de la poceta. Ya las piernas no le daban, no tenía la fuerza para pararse solo. Eso hizo que él tomara la decisión de querer morir lo antes posible. No quería ser una carga para ninguno de nosotros. 

Salvador lo vino a recoger en la mañana del sábado, 14-6, como siempre hacía, para pasar el fin de semana juntos. Mi papá pasaba de lunes a viernes conmigo y los fines de semana con Salvador. 

Ese sábado Salvador nos llama y nos cuenta que papá no ha querido comer, ni sentarse, ni acostarse. Pasó todo el día parado en el baño. 

El domingo Samy decidió irlo a buscar con una ambulancia y llevarlo a la clínica. Cuando yo lo ví ese domingo, apenas 24 horas después de verlo irse con Salvador, mi papá ya no era el mismo. De repente lo vi más chiquito, mucho más viejo, con pañales, acostado en la cama. Definitivamente, estaba muriéndose... Lo entendí en ese momento.

Pasamos en la clínica el domingo, el lunes, el martes... este martes recuerdo que Samy quiso echarle una broma, como siempre solían hacer ellos 2, y mi papá le respondió: "Samy, no estoy de humor para bromas". Fue la primera vez que escuché decirle algo así a mi papá. Él siempre estaba de humor para una broma, si no era él quien echaba la broma.

Al día siguiente se nos fue... Entendí, entonces, porqué no estaba de humor... Un miércoles 18 de Junio del 2003.

Quizá suene extraño, pero ya lo que mi papá estaba viviendo no era vida. Mi papá necesitaba descansar en paz.

Cuando llegué a la casa, les conté a mis hijas que el abuelo se había ido. Que todas las noches podían ver por la ventana y saludarlo, porque seguro él las estaba viendo desde el cielo. Mis hijas no lloraron, porque tampoco yo se los dije llorando. Traté de aplicar la de siempre "La vida es bella". Pero Brenda, con 5 años me hizo solo una pregunta: "Mamá, por qué mi abuelo se enfermó?". Ella entendió que la muerte era inevitable. Yo siempre les decía que el abuelo estaba muy enfermito. Pero lo que sí era cuestionable era por qué se enfermó? Qué se pudo haber hecho para que él no se enfermara. Y ella tenía toda la razón. No era el momento de preguntar por qué se fue. Eso estaba claro, se fue porque estaba muy enfermito. La pregunta era Por qué se enfermó...Otra enseñanza de mis hijas... Hay preguntas que no valen la pena hacerlas porque no tienen respuesta que ayudan, te quedas sufriendo dando vuelta a la pregunta, sin encontrar una respuesta que consuele. Hay preguntas que sí merecen la pena plantearlas...

Todos sufrimos mucho la pérdida, pero el más desconsolado fue mi hermano Samy. Él no aceptaba su muerte. Por más que le decíamos que estaba muy enfermo, que no era vida lo que estaba pasando, él seguía pensando cómo podía haber alargado más la vida de mi papá.

En respuesta a sus lamentos, tuve 2 sueños increíbles con mi papá.

El primero fue al poco tiempo de irse. Me lo encontré en un bosque con muchas raíces, y mi papá, igual de flaco, caminaba sin problemas y sin bastón por el bosque. Las raíces no le daban problemas. Y sus únicas palabras fueron: "Estoy bien". Su expresión en la cara era de tranquilidad. Al despertar llamé a Samy inmediatamente y le conté el sueño. "Samy, papá está bien". Obviamente, para Samy yo estaba enloqueciendo. Pero para mi era una tranquilidad.

El segundo sueño fue como a los 2 ó 3 meses. Estábamos llegando a Puerto Azul, Samy y yo, y yo venía hablando con Salvador por teléfono. Al entrar al club, mi papá nos recibe, con una cara de felicidad total, mucho más repuesto y con unos shorts que yo le había regalado. Yo solté el teléfono de la emoción y fui a abrazarlo. Dejé a Salva gritando qué pasó?. 

Las palabras de mi papá fueron de nuevo: "Yo estoy muy bien. Estoy en donde siempre he querido estar". Otra vez al despertar, llamé a Samy. Para mi era muy claro que eran mensajes para él. Para que se tranquilizara y no se angustiara porque mi papá estaba debajo de la tierra y se lo estaban comiendo los gusanos.

Luego tuve un tercer sueño que sí fue para mi. En la época en que me estaba divorciando, yo me sentía muy triste, muy sola, muy necesitada de un abrazo con amor. Y una de las noches de los peores días que he pasado en mi vida, soñé con mi papá y lo único que hizo todo el sueño fue abrazarme. Yo sentí el amor, yo sentí su abrazo, yo sentí el consuelo, yo sentí que no estaba sola. Al despertar no llamé a Samy. Este sueño era para mi. Pero pasé todo el día llorando sin control, al recordar y revivir el abrazo del sueño, que mi papá me había dado.

De mi papá hay muchas cosas que contar... Pero ya esta entrega está muy larga... Lo dejamos hasta acá, deseándole a todos lo padres un Muy Feliz Día del Padre. Y sepan que siempre pueden dejar una huella en sus hijos. Traten de que sea una buena huella...