miércoles, 27 de mayo de 2015

No todos los bebés toleran las clases de natación

Estando embarazada de mi primera hija, Brenda, tenía muy claro que ella iba a tomar clases de natación desde los 6 meses. 

Para mi era muy importante que los niños sepan nadar desde pequeños, sobre todo en un país como el nuestro, donde es muy común ir a la playa o a una piscina en cualquier momento. Además, me daba tranquilidad saber que si ocurría un accidente y la bebé se caía al agua, ella iba a poder defenderse.

Yo empecé a ver las clases que dictaban a los bebés, fascinada, e imaginándome a Brenda participar en ellas, desde sus 6 meses de edad. No antes, porque el entrenador solo los aceptaba a los 6 meses. Por mi, que empezara a los 3 meses.

Esperaba con mucha ansiedad la llegada del día de poder incorporarnos a las clases de natación.

Llegó el día y nos metimos en la piscina, Brenda y yo, con el grupo de bebés y mamás o papás.

Brenda hizo todo lo que el entrenador le hacía hacer, sin problemas. Nunca lloró, ni rechazó la clase. Yo me sentía realizada. Todo estaba ocurriendo como lo soñaba.

Al terminar la clase, pusimos a Brenda en su salvavidas, para quedarnos un rato más en la piscina. Todo iba muy bien.

Luego salimos, fuimos a comer, descansar, disfrutar del día de playa.

Cuando volvimos a entrar a la piscina, Brenda empezó a llorar a gritos y rechazó totalmente el agua. No sabíamos que estaba pasando, pero no lo intentamos más por ese día.

Cuando  fuimos a ducharnos, Brenda lloró otra vez, desesperada y tuve que bañarla abrazada a mi, cuando antes lo hacía sentadita, jugando con el agua.

A partir de ese día, Brenda no volvió a entrar a una piscina sin estar abrazada a mi o a su papá... Obviamente, no volvimos a las clases de natación... Brenda rechazó totalmente la piscina, podría decirse que se traumatizó, no le gustó lo que hizo con el entrenador, a pesar de haber sido muy cariñoso con ella... Los demás niños seguían en su clase, tranquilos.

Pasamos un año con Brenda sin querer estar sola en la piscina...

Cuando ya tenía año y medio, otro instructor, también muy cariñoso con los niños, me propuso que lo dejara intentar quitarle el miedo. Este entrenador la paseó por toda la piscina, abrazada, hasta que ella se sentía segura con él. Así varios días, hasta que permitió que la soltara, muy poco a poco... 

Cuando nació Sarah, ni intentamos las clases de los 6 meses. Esperamos al año y medio para que tomara las mismas clases, con el entrenador de Brenda.

Actualmente, Brenda y Sarah nadan y compiten con el equipo de su colegio, y lo hacen muy bien.

Definitivamente, no es necesario tomar las clases a los 6 meses. No todos los bebés lo toleran...

martes, 26 de mayo de 2015

La música clásica es mágica para los niños

Para Sarita nacer no fue fácil. Ella es lo que llaman una "sobreviviente"... 

Al principio del embarazo tuve que tomar hormonas porque quizá la podía perder (engordé 5 kilos en 2 meses), y al quinto mes mi papá sufrió un ACV. Mi angustia hizo que la placenta envejeciera antes de tiempo. Al sexto mes tenía una placenta como de 8 meses. Reposo absoluto hasta que naciera Sarah. 

Sarah nació de 34 semanas cumplidas, casi 8 meses. Ella nació perfecta, gracias a D-os y gracias al obstetra, Juan Carlos Pons! Pequeña, claro, pero no necesitó incubadora, más allá de la que usa un bebé recién nacido, 2 horas.

No sé si todos estos eventos hicieron que Sarah se manifestara como una bebé, que eventualmente, cuando algo se le negaba, lloraba sin control y a gritos. Imagino que desde afuera se veía como un ataque de malcriadez.

Leyendo un poco, proponían utilizar la música clásica, en particular la Barroca, para calmar la ansiedad de los bebés.

Todas las noches y siestas Sarah dormía con música clásica. Se despertaba bailándola. Cuando le daba sus ataques de llantos desesperados, la llevaba a su cuna, prendía la música clásica, y le pedía que me avisara cuando se calmara para venirla a buscar. Lloraba tanto que pensaba que algún día un vecino iba a pedir botarme del edificio o llamaría a los defensores del menor... Ganas de ir al cuarto y cargarla o gritarle para que se callara no me faltaron... Pero sabía que tenía que aguantar, si quería que esta conducta mejorara.

Su primera y única demostración de pataleta que hizo fuera de la casa (no había cuna ni música clásica) fue yendo al colegio, al año y medio. Ella adoraba ir al colegio. Le dije que así como estaba no podrá ir al colegio, porque podía maltratar a sus amiguitos. 

Cuando llegamos al colegio, dejamos a Brenda y nos devolvimos a la casa. Lo pude hacer porque ese día era libre en mi trabajo. Pienso muy importante imponer consecuencias factibles.

Al bajarse Brenda en el cole, la maestra me preguntó si también bajaba a Sarah y le dije que no... La carita de Sarita era de impresión: En verdad no me van a dejar ir al Cole...

Nos fuimos a la casa. Obviamente Sarita estaba callada y triste... Siempre me cuestiono si hago bien, si no exagero. Pero no volví a ver en ella una pataleta.

¿Cómo es Sarah hoy en día? Ni la muestra de lo que era recién nacida. Nadie se imagina, al conocer a Sarah hoy, que ella aparentaba ser una bebé malcriada. Sí es un poco ansiosa, sí se desespera cuando algo no le sale como ella quiere. Como adolescente, adolece de los malos humores típicos, pero es bastante controlada...

Ya no escucha música clásica... Me habría encantado que le quedara un poco la pasión por ella, pero creo que la atosigué de música clásica... 

De más está decir que nunca les he pegado a mis hijas... Nunca me hizo falta, gracias a D-os...

lunes, 25 de mayo de 2015

Los bebés recién nacidos no manipulan

Cuando estaba embarazada de Brenda, mi primera hija, pensaba que los bebés manipulaban y por eso solo dormían en brazos, o con movimientos. Yo decía que cuando llore, la dejaré llorar para que se acostumbre a dormirse en su cuna. Nada de brazos.

Una cosa es lo que uno dice cuando la bebé aun no ha nacido, y otra la que haces cuando conoces a esa personita. El amor crece exponencialmente. No es el primer día, es como el segundo que te das cuenta que sientes un amor infinito por esos casi 3 kilos. Que todas la amenazas dichas antes de nacer, eran totalmente imposible de cumplir.

Cada vez que mis hijas lloraban las cargaba. Aprendí que ellas lloran porque no saben hablar (Obvio) y hay que saber escucharlas. Necesitan algo. Si no es comida, ni están muy mojadas, ni les duele algo, solo piden amor, más amor. Cargarlas, consentirlas, hacerlas sentir que no están solas, y que tú vas a estar siempre que te necesiten, ya las calmaba.

Mis hijas no pedían brazos para dormir. Les gustaba su cuna, o el coche, pero si lloraban siempre las atendía. Hasta dormida, como sonámbula, me paraba a estar con ellas. Una caricia, una palabra, un abrazo era suficiente para calmarse y seguir tranquilas buscando su sueño.

Antes de nacer - ya dormían su noche entera

Yo no sé qué es un trasnocho con mis hijas recién nacidas.

Quizá fui muy estricta, pero cuando Brenda y Sarah estaban en mi barriga, no les hablábamos a partir de las 8pm. Yo pasaba todo el día hablándoles, empujándolas, pero al llegar la noche, ni su papá ni yo les hablábamos. 

Al nacer, cuando se despertaban en la noche para comer, las cargábamos con la luz muy tenue, apenas para verlas. Les daba su comida y a seguir durmiendo. Trataba de ni siquiera cambiarle el pañal. No jugaba con ellas, ni les hablaba... Si te conozco, no me acuerdo.

Yo no sé si todo esto fue la razón para que ambas, durmieran toda su noche desde los 15 días Brenda, y desde el mes y medio Sarah. Sarah nació prematura, y al mes de nacida ya pesaba y medía como una bebé a término... Por lo que, puedo decir que, al igual que Brenda, durmió toda su noche desde los 15 días, una vez llegó a su peso normal.