domingo, 10 de septiembre de 2017

Madres que van más allá de la vida...

Hay madres que entregan su alma en vida por los hijos, y hay otras que además entregan la vida por los hijos... Y en el más allá siguen ayudando como madres... Este es el caso de mi abuelita Alegría, mamá de mi mamá.

Yo tengo solo bellos recuerdos de ella. Me encantaba visitarla y hablar con ella. Siempre la vi como una mujer inteligentísima, picara, abnegada a la familia y muy clara en sus ideas, hasta el último día.

Recuerdo una vez que nos sentamos juntas en un velorio, y empezamos a hablar en voz baja. Creo que ha sido el único velorio que lo he pasado muy distraída, por todos los cuentos que me echaba de cada persona que pasaba.

También recuerdo cuando leía las noticias en el periódico y le decía una grosería a algún político... Me impresionaba lo actualizada que estaba en los vocablos.

Los cuentos de mi mamá sobre ella y mi abuelito son para escucharlos una y otra vez. Pero de lo que estoy segura es que mis tíos y mi mamá estudiaron gracias a mi abuelita, que era la que ponía carácter en la casa. Si fuera por mi abuelito, dejaba a todos sus hijos en casa para que no sufrieran con los estudios. 

Inclusive, mi papá siempre le agradeció a mi abuelita porque gracias a ella, él estudió en la Universidad. Este cuento es para otro día. Hoy quiero hablar de mi abuelita como madre.

Toda la vida familiar giraba alrededor de ella. Ella logró que todos tuviéramos una relación directa con ella. Y a todos nos encantaba visitarla. 

Yo recuerdo su casa perfectamente, cada cuarto, cada mueble. Tengo una silla de ella en mi casa, y es mi tesoro preciado.

Mi abuelita sufría del corazón, pero era un tema muy bien controlado con su médico y sus medicamentos, gracias a D-os.

Yo tenía 2 tíos de la misma edad de mi abuelita, esposos de 2 de mis tías. Estos 2 tíos y mi abuelita eran contemporáneos de 1908. Uno de ellos era mi tío Rivera, esposo de mi tía Dolly. 

Mi tío Rivera era muy querido por mi. Era muy amigo de mi papá, jugaban ajedrez casi que todos los domingos, y era una persona que sabía de todo. Cualquier pregunta que tuvieras, él le tenía una respuesta. Y yo recuerdo su bella sonrisa hasta en esos días que no reconocía a casi nadie. No se me olvida un día que fui a visitarlo, ya estando muy enfermo, y mi tía Dolly le dice: ¿Recuerdas a Simita? Y el sonríe: la hija de Dago y Esther. Guaooo. Qué agradable saber que éramos de las pocas personas que aun recordaba.

Para cuando el trío tenía 85 años de edad, mi tío Rivera estaba muy enfermo, y mi tía Dolly estaba entregada a sus cuidados. Ya casi no visitaba a mi abuelita, su mamá. 

A partir de este momento, la historia es con la información, las impresiones y los recuerdos que yo tengo. Siempre puede pasar que otras personas de mi familia tengan alguna información distinta o adicional. Si estás leyendo esta historia y tienes algún dato que agregar o cambiar, por favor, dímelo. 

La noche de un jueves mi abuelita le pidió a mi mamá que la llevara a ver a mi tía Dolly, porque tenía días sin verla. 

Al llegar a casa de mi tía Dolly, ella se dio cuenta lo mal que estaba mi tío Rivera, y lo sufridos que estaban mi tía Dolly y mis primos. Según los doctores, mi tío Rivera ya estaba muy mal y no le quedaba mucho de vida. Esperábamos su ida en cualquier momento. Muchos sabemos lo duro que son esos días, donde un familiar está muy mal y va a fallecer en cualquier momento...

Al irse de casa de mi tía Dolly, mi mamá nos cuenta que mi abuelita le dijo: Voy a tener que irme yo, para llevarme a Enudio (nombre de mi tío Rivera). Mi mamá le responde: Ay, mamá, déjate de tonterías. Ahora es que te falta a ti para morir. 

Increíblemente, al día siguiente, viernes, hubo que llevar a mi abuelita de emergencia a la clínica, con una deficiencia pulmonar... Aparentemente, no se pudo tomar la pastilla que la controlaba, y los pulmones se le llenaron de líquido.

Todos estábamos en la clínica, esperando que los doctores la salvaran. Estuvimos hasta las 2am del sábado, y nos fuimos a la casa, con la idea de que ya mi abuelita estaba fuera de peligro. El Dr. Suckerman, o Súperman, como le decíamos en la casa, nos había dicho que nos fuéramos tranquilos. Había una alta probabilidad que mi abuelita saliera de esto sin problemas. 

Al día siguiente yo volví a la clínica a las 7am para ver a mi abuelita, y a quien me encuentro de primero en el pasillo es al doctor. Le pregunto muy alegre: Doctor, ¿cómo sigue mi abuelita? Y su cara era de sorpresa: ¿No lo sabes aun? Tu abuela falleció en la mañana muy temprano. El grito que yo dí fue tan desconsolador, que recuerdo que todo el mundo alrededor volteó a verme. Era lo que yo menos me esperaba.

Pero lo más increíble de todo fue, que ese mismo día, mi tío Rivera también falleció, alrededor de las 5pm.

Las palabras de mi abuelita se cumplieron: ella tuvo que irse, para llevarse a mi tío. Fue un día muy duro. Dos muertes de personas muy queridas en la familia, sobre todo para mi tía y mis primos. 

Estas historias a mi me quedan muy grabadas. Yo creo fielmente en D-os, y estoy segura que la muerte de cada uno de nosotros está determinada por él. En cada Yom Kipur queda registrado en el libro de la vida si nos toca ese año o no el fin de nuestros días. Pero pareciera que hay personas muy especiales, que pueden negociar con D-os y llegar a algún acuerdo para cambiar ese registro. Yo creo que mi abuelita era un ser súper especial, y esa noche del viernes tuvo una junta con D-os...

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