martes, 8 de septiembre de 2015

Una vida de película, desde su nacimiento...

Mi hija mayor Brenda ya cumplió 18 años. ufff... Na'guará....

Cumplir 18 años es un hito, definitivamente, en la vida de cualquier adolescente... Y para los padres, o por lo menos para mi, es más que un hito... es un susto, mezclado con emoción y por supuesto alegría cuando te sientes orgullosa de tu hija. Orgullosa de verla crecida y es exactamente la persona que tú quieres que sea.

Cuando cumple un añito es otro hito: Yo me desperté llorando ese día, porque, a pesar de mi inexperiencia  y mis miles de errores, la bebé llegó viva y sana al año. Superó los obstáculos de una madre inexperta...

Brenda fue una hija muy deseada, al igual que Sarah. Apenas quisimos tenerlas, ellas vinieron. Pareciera que estaban esperándonos, apuradas por venir a este mundo. No se hicieron esperar, gracias a D-os.

Hablando de Brenda, su embarazo fue muy tranquilo, sin ningún inconveniente. Yo cometí el error de mantener una dieta vegetariana mal balanceada en su embarazo, por lo que ella nació de 51cm y 2,830 Kgs. Un espagueti... larguita pero flaquita. En el embarazo de Sarah dejé de ser vegetariana y comía todos los dias carne, pollo o pescado. Si comes vegetariano bien balanceado, no deberías tener problema. Mis únicos caprichos en todo el embarazo de Brenda era comerme un perro caliente. Y tenía que hacerlo, porque si no sentía que me desmayaba. El cuerpo me demandaba la proteína que no consumía, en forma de Perros calientes.

Brenda nació en la semana 38. Se me adelantó 2 semanas. Ni siquiera me dejó terminar el trabajo... como que también estaba apurada por nacer.

El día de su nacimiento fue bellísimo y siempre lo cuento como una historia espectacular. 

Un martes, 26 de Agosto de 1997, me levanto para ir al baño y boté lo que llaman el tapón. Yo no sabía que eso era el tapón. Pensaba que era algún residuo que había quedado de haber tenido relaciones sexuales la noche anterior con mi esposo. Por lo que me vestí muy tranquila para ir a trabajar. Era mi penúltimo día de trabajo. En dos días empezaba mi permiso por natalidad. 

Nunca sabré si el haber mantenido relaciones sexuales hizo que se adelantara el parto, pero si alguna parturienta está cerca de las 40 semanas y todavía nada de contracciones, lo puede intentar... Cualquier duda pueden leer: http://www.serpadres.es/embarazo/trimestres/articulo/sexo-embarazo-dudas.

En verdad me sentía extraña. Al llegar a la oficina le comenté a mi amiga Teresa: "Me siento como si hoy fuera a dar a luz". Teresa: "No, vale... aun te falta. No estás ni hinchada... tranquila". Pero resulta que sí era el día de dar a luz. 

Un rato después, a las 9am, estaba sentada en mi escritorio, reunida con un compañero de trabajo, Tony, y sentí que me estaba haciendo pipí sin poderlo controlar. Una amiga me había dicho que romper fuentes era como orinar lo equivalente a un vaso lleno de agua, y no lo puedes parar. Eso mismo me estaba pasando. Estaba rompiendo fuente... De repente me quedé callada y Tony me pregunta: "¿Qué te pasa, Simy?". Y yo con toda la calma flemática, le respondí: "creo que estoy rompiendo fuentes". Fue muy gracioso ver a Tony pararse y remangarse la camisa, dispuesto a recibir a Brenda, si llegaba a dar a luz en la oficina.

Según nos había dicho la doctora del curso profiláctico, si rompes fuente con sangre, hay que ir rápido a la clínica. Fui a revisar al baño. Había sangre, poquitíco, pero la doctora no dijo si era mucho o poco... Aun con la misma calma flemática, fui donde mi esposo,Néstor, que trabajaba un piso más abajo, y le dije: "Cielo, rompi fuentes y con sagre". Él me había acompañado al curso, por lo que también tenía claro lo que eso significaba. Él estaba hablando por teléfono y le oí decir: "Chamo, te dejo. Mi mujer está dando a luz". 

Nos fuimos a la clínica, llegamos como a las 10am, y me hicieron el primer tacto de los muchos que ese día hubo. Un centímetro de dilatación. El doctor estaba al teléfono y me dijo que era para ese día, pero al final de la tarde. "Ve tranquila a tu casa a buscar las cosas y vuelve. Yo llego como a las 2pm".

Nosotros nos tomamos tan en serio eso de irnos tranquilos, que hasta fuimos a la oficina para que Néstor recogiera sus cosas. Estando en el estacionamiento de Lagoven, empecé el real trabajo de parto. Ya sentía las contracciones y comencé con las respiraciones, como me enseñaron en el curso. El jefe de Néstor me ve, y pregunta: "¿Qué haces acá? ¿Tú no estabas ya dando a luz?. Yo le respondí, aun muy flemática: "Sí, ahora estoy en trabajo de parto, pero todavía falta, es para finales de la tarde".

Por fin, nos fuimos a la clínica nuevamente, llegamos como a las 12 del mediodía. Y mientras llenaba todas las planillas para el ingreso, se intensificaron las contracciones, pero aun perfectamente soportables. Recuerdo estar llenando el formulario, y parar varias veces por la contracción. Pero aun me parecía normal.

Entramos a los cuartos de preparto, y después de otro tacto, le dicen a Néstor, "Ve a comer porque cuando todo comience no vas a poder salir. Ahora está en 3cm de dilatación". 

Apenas me quedé sola, empecé a sentir algo más intenso el dolor de las contracciones, aunque no recuerdo la sensación. Eso es lo sabio del cuerpo humano, no recuerdas el dolor del parto, como sí recuerdo lo que sentía cuando me daban los dolores lumbares o los del dentista. Si recordaras los dolores de parto, solo tendrías un hijo.

Empieza el caos: boto más líquido amniótico, todo el piso encharcado. Voy al baño, con el susto de dar a luz en la poceta. Los dolores se hacen insoportables. Ya no me siento tan flemática. Yo estaba sola porque todo el mundo pensaba que me faltaban como 5 ó 6 horas. Me acuesto en la camilla a seguir con mi respiración, como lo indicaba el curso.

Como a la 1:30pm llega Néstor de comer, y por la cara que me dice que yo tenía, sabía que el dolor era insoportable. Y hace la pregunta de librito: "¿Tienes ganas de pujar?". Solo logré asentir. Para ese momento las contracciones eran mucho más seguidas y tocaba aguantar la respiración para no pujar. Lo que sientes es que la única forma de calmar el dolor es pujando. Pero para aguantarlo, debes dejar de respirar en el momento de la contracción.

Néstor llama por el pasillo para que alguien venga a verme, y llega una enfermera: "Ustedes son primerizos, verdad? Este parto es para más tarde". Néstor: "Pero tiene ganas de pujar". La enfermera se lo piensa y llama a un doctor. Recuerden que el mío tenía planificado llegar más tarde. Otro tacto, pero con la expresión en la cara de: "Seguro es falsa alarma". Pero no, ya estaba en 10cm. Había llegado a 10 sin anestesia. Quien ha dado a luz, sabe que la anestesia la ponen mucho antes de los 10cm. Así que pueden imaginarse cómo eran mis dolores.

Vamos corriendo a la sala de parto y le dicen a Néstor que se vaya a cambiar rápido. Lo que yo deseaba era pujar. Ya no me importaba la romántica idea de dar a luz con mi esposo... Solo quería pujar yaaaa. Pero faltaba toda la preparación, la peridural, y qué se yo qué más. Yo solo estaba concentrada en la respiración para aguantar las terribles ganas de pujar.

Al ratito aparece Néstor, y me dicen que ya podía pujar. Por fin!! La primera pujada no fue nada efectiva. El doctor, que no conocía, por cierto, me dice: "Simy, te dije PUJAR". Primera pujada efectiva: sale la cabecita negrita de Brenda, segunda pujada efectiva y casi tienen que atajar a la bebé... salió completita y empezó a llorar y yo con ella, pero de emoción infinita. En ese mismo momento olvidas todos los dolores. Lo único importante es saber cómo está la bebé y empiezas otra vez a compartir con el papá. Ya eres tú de nuevo. Ya no estás dominada por las horribles ganas de pujar.

A todas estas, mi mamá estaba esperando afuera, porque Néstor iba a entrar y salir rapidito para decirle cómo estaba yo. Cuando salió, fue para decirle que ya Brenda había nacido. Fueron 15 minutos. Increible!!!

El nacimiento de los niños es un milagro maravilloso...