domingo, 28 de febrero de 2016

¿Qué hacer con las mentiras?

Las mentiras... Yo creo que es un tema muy personal... Yo no soporto las mentiras... 

Si me entero que alguien me engaña, toda la confianza desaparece... Por eso siempre le he puesto mucho empeño para que mis hijas no mientan. 

La historia del Lobo es una de las más ciertas: Si estás siempre diciendo mentiras o dando falsas alarmas, el día que digas la verdad o tengas una emergencia real, no se te va a creer y puedes correr un grave peligro. Es lo que siempre les digo a los que me rodean, sobretodo a mis hijas.

Desde pequeñas, les hacía ver a mis hijas las graves consecuencias de mentir. Busqué que cuando dijeran mentiras, tuvieran consecuencias contundentes y acorde a lo que estaba pasando. Por lo menos eso traté...

Algo hace que los niños mientan. Lo hemos hablado mucho y reconozco que muchas veces es por miedo al regaño, al castigo. Me ha tocado aprender a escuchar lo que sea que tengan que contarme, sin alterarme, para lograr que la comunicación fluya, sea buena y no haga falta decir mentiras. 

Fue Sarah la que me hizo ver eso. Con ella he tenido muchas conversaciones. Actualmente, tengo con ella una comunicación increíblemente buena, gracias a D-os. Me cuenta casi todo. Cosas buenas y malas. Malas que antes me habrían alterado. Pero ahora, entiendo, acepto, y hablamos de cómo mejorar.

Con Brenda tuvimos un percance fuerte sobre las mentiras, cuando ella era muy chiquita, entre 3 y 4 años de edad. 

No recuerdo exactamente qué fue lo que había hecho Brenda, pero fue algo que ella sabía que no podía hacer. Quizá rayar algún mueble. Cuando entré en su cuarto y vi lo que había hecho, la busqué para preguntarle. "Brenda, quién rayó el mueble?". Su respuesta fue inmediata: "Adriana", una de sus hermanas mayores. 

Yo sabía que había sido Brenda. Estaba segura que no había sido Adriana. Y me sorprendió que Brenda acusara a su hermana. 

La conversación que tuvimos fue más o menos algo así:

Mamá: Estás segura que fue Adriana?
Brenda: Sí, mami. Fue Adriana. (Con una actitud de mucha seguridad... cosa que me impresionaba y me asustaba...)
Mamá: Entonces a quién debo regañar es a Adriana, no a ti?
Brenda: Sí. Ella fue...
Mamá: Estás segura, Brenda? Sabes que si estás diciendo mentiras habrá una consecuencia. No irás a casa de tu abuelo. Van todos y tú te quedas en casa conmigo. Porque cuando uno dice mentiras, no puede salir, porque miente a otras personas y eso hace daño... Estás segura que tú no fuiste?
Brenda: Sí, Fue Adriana.

Ella adoraba ir a casa de su abuelo, por lo que yo sabía que esta era una consecuencia que le iba a doler mucho.

Al final, se descubrió que había sido ella, por lo que había mentido, y lo más grave, estaba implicando a un inocente... Brenda se quedó sin ir a casa del abuelo. Lloró hasta quedarse dormida. Pero hasta el día de hoy, a Brenda le cuesta decir mentiras, y le cuesta aceptar que alguien diga mentiras.

En nuestro caso no hay mentiras blancas. Hay temas que no se conversan, si no se quiere decir algo, pero no se miente... Hay cosas que como madre, en verdad, no quiero saber... Hay temas que son de ellas y de las amigas, y yo no me debo meter. También he aprendido eso... Yo misma me comporté igual cuando tenía su edad. No todo es cómodo hablarlo con las madres. Hay temas donde una dice, dice, dice y dice, esperando que los hijos escuchen, concientizen y fijen conducta, sin dar una respuesta en el momento.

Es muy duro para una madre castigar o regañar. Los hijos no saben cuánto sufrimos las madres, pero sabemos que luego tendremos ciudadanos de bien. Hombres y mujeres que ayudarán a hacer de este mundo un lugar mejor, y seguirán inculcando en sus amigos y familiares los mismo valores... 


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