Nunca habíamos tenido una mascota adoptada. Siempre había sido de la forma convencional: quieres una mascota, un perro, por ejemplo, investigas la raza más apropiada, o unos amigos tuvieron una camada, y lo compras.
Desde que llegamos a España no habíamos podido tener mascotas y nuestros perritos habían fallecido. Pistacho falleció de viejito y Toby, que había vivido toda su vida con Pistacho y lo adoraba, lo estuvo buscando, dejó de comer por tristeza y falleció al mes siguiente.
Al mudarnos a nuestro propio piso, gracias a D-os, y ya tener la casa más o menos ordenada, decidimos buscar un perrito.
En España lo más común y lo legal es adoptar. Decidimos buscar un perrito necesitado de cariño y hogar, no un recién nacido.
Sarah empezó a averiguar y a preguntar a sus amigos, y nos recomendaron un Refugio en Colmenar Viejo.
Sarah hizo todas las llamadas. Había una podenco de más o menos un año, entonces hizo la cita para conocerla el sábado siguiente.
Llegar al Refugio fue toda una prueba de amor, jajajaja, una odisea. Primero tren, luego autobús y por último 45 minutos caminando a campo traviesa, por donde vimos hasta conejos y ganado.
Al llegar al Refugio nos dijeron que la perrita, Koda, ya había sido asignada a una familia, pero estaba su hermanito, Kenai.
Al verlo nos enamoramos, aunque él no tanto de nosotros... Nos veía de lejos y no se nos acercaba.
Con una de las cuidadoras del Refugio salimos de paseo con Kenai. Kenai se mantenía a 10 metros de distancia de nosotros. Solo las chuches lo acercaba a nosotros. Ya comenzaba a mostrar su faceta de comelón.
El personal del Refugio te va haciendo preguntas, varias preguntas, con las que, por supuesto , nos estaban evaluando.
Lo visitamos una vez más, con toda la travesía respectiva para llegar, y nos dijeron que ya nos lo podíamos llevar en la siguiente visita, que fue el 1ero de mayo del 2024. Se preguntarán cómo hicimos para llevarlo a casa. No fue por el camino con los conejos, ni autobús, ni tren. Una persona maravillosa, primo de Alberto, se ofreció a ayudarnos con su coche.
Al llegar a casa, Kenai entró directo a la cocina y de ahí no salió (visiblemente) por un mes.
Nos habían dicho que él escogería un lugar de la casa, donde se sintiera seguro y pudiera ver todo a su alrededor. Pues, ese lugar fue la cocina, al lado de la puerta de salida de la casa, con la clara intención de huir cuando nos descuidáramos.
Tenía miedo a todo, a nuestras manos, a la correa, a los coches, a los autobuses pánico. Asumimos que debió haber sido muy maltratado. Lo habían abandonado y fue encontrado en una bomba de gasolina, junto a Koda, su hermana.
Llevarlo de paseo era una proeza. Obviamente, era, y es aun, impensable soltarlo en la calle.
Al poco tiempo empezamos a ver, por fin, como movía su colita de alegría con los paseos y con otros perros.
Poco a poco le fuimos moviendo su camita de la cocina hasta llevarla al salón. Un poquito cada día. Habíamos entendido ya que su lugar seguro era su camita. Por esa razón le compramos una segunda camita. Ya tenía 2 lugares seguros en casa.
En el refugio nos habían dicho que Kenai iba a husmear por la casa de noche, cuando estuviéramos todos dormidos. Una noche me desperté en la madrugada y estaba en la puerta de mi habitación. ¡Kenai! Y el pobre salió corriendo, pero las patitas resbalaban en el suelo, por lo que no avanzaba todo lo que quería, se quedaba corriendo como en una caminadora, pero desesperado y muerto de miedo jajajajaja.
También nos habían dicho que aprovecháramos estos primeros días (y meses) para dejarlo solo, porque no nos quería ni nos iba a extrañar, y así se acostumbraba sin problema a quedarse solo.
La verdad que el pobre no salía de la cocina. Así que no hubo problemas en dejarlo solo.
Ya Kenai demostraba mucha alegría cuando le decíamos para bajar, y se mal acostumbró a que yo lo bajara apenas llegaba a casa, aunque solo hubiese salido por una hora. Y si no lo bajaba se orinaba donde no debía. Y no podíamos regañarlo. Su educación era solo positiva, en base a premios; es decir, le dábamos premio cuando hacía sus necesidades fuera de casa.
Como a los 3 o 4 meses de estar en casa, yo tenía vacaciones y me fui a caminar con él largo, por más de 5 horas, dos días seguidos. Él estaba feliz. Al tercer día no pude hacer el paseo, pero sí salí y lo dejé solo. Cuando volví a casa había arañado la puerta, roto la parte de abajo de la puerta, los vecinos nos dijeron que había estado ladrando y aullando. Al día siguiente fue peor, hizo caca en el sofá. Nada, Kenai estaba sufriendo el famoso Síndrome del abandono. Por un lado me contenté porque ya como que nos quería un poquito, pero por otro lado me preocupé mucho. Kenai estaba sufriendo otra vez.
Tocó seguir las recomendaciones: lo dejas 10 minutos y vuelves, lo dejas 15 minutos y vuelves, lo dejas media hora y vuelves, y así. Había que darle la tranquilidad de saber que nosotros siempre volvemos, que no va a ser abandonado de nuevo. Y creo que lo logramos. Ahora puede estar solo muchas horas en casa y lo más que hace es tomar nuestros zapatos y dejar uno en cada camita y en su alfombra, pero no los muerde.
No podemos dejar el baño abierto porque lo que sí hizo un día fue llenar su camita de la basura del baño, uhggg...
Yo me propuse que este primer año iba a tratar de hacerlo sentir tranquilo y seguro, y yo creo que lo logramos. Creo que ahora es un perro feliz. Sigue con sus nervios cuando se acerca un autobús y cuando hay un ruido fuerte, pero entendemos que es por la raza. Todas las mañana se despierta jugando.
De paseo es el chismoso más descarado. Cuando alguien viene, se le queda viendo hasta que termina de pasar.
Ahora toca ponerle disciplina. Ya sabe sentarse, dar la patita y pararse en 2 patitas, por ejemplo, cosas muy monas. Pero en paseos largos él es quien manda a dónde ir jajajaja.
También hace todas sus necesidades siempre fuera de casa, pero esto a veces es un problema. Kenai no soporta la lluvia. No sale con lluvia. El mes de marzo de este año fue un mes de mucha lluvia en Madrid y Kenai podía estar sin salir 10 horas. Lo llevamos hasta la puerta de edificio, y cuando ve que está lloviendo, nos jala para adentro. No quiere salir. Las veces que lo hemos obligado, orina en la entrada del edificio y nos jala de vuelta a la puerta.
También descubrimos con Kenai que un perro europeo es muy distinto a un perro venezolano en sus hábitos para dormir. En verano Kenai se despierta antes de la 7 y pide bajar. En invierno no se levanta de su camita antes de las 12. Claro, en verano evitamos el sol y en invierno buscamos el sol.
En la entrada del edificio hay como una terracita que le pega el sol de muy buena manera. Pues, después de cada paseo, Kenai nos jala para sentarse o echarse por unos minutos al sol.
Kenai ahora hasta me cela. Si alguien me abraza mucho tiempo, pues empieza a ladrar.
En el Refugio también nos explicaron que los perros tienen varios mecanismos para expresar cuando algo les molesta. Primero bostezan, luego ladran, después gruñen. Si nada de esto les funciona, tiran a morder, pero en un comienzo solo marcan, no hacen daño. Kenai lo que hacía al principio era tirar a morder, pero solo marcar. Esta era su primera reacción. Imaginamos que por su experiencia anterior, ladrar o gruñir no le habían sido efectivos. Actualmente, Kenai ya se expresa sin miedo. Ladra para decirnos "quiero bajar", o "hazme caso", o "deja de ver el móvil y veme a mi". A veces se acercan otros perros y él se pone en posición de "quiero jugar" y ladra. Entendemos que no es para atacar, si no para llamar la atención. A veces me imagino que es como si alguien lleva años sin poder hablar, y de repente se da cuenta que puede hablar y además le entienden.
Yo solo puedo estar agradecida a D-os por tener esta experiencia tan nueva para mí. Ver cómo Kenai se va encariñando, cómo va aprendiendo a comunicarse y cómo va superando sus miedos, es de las cosas más tiernas que he vivido. Saber que le hemos cambiado la vida, para bien, me llena de emoción.